En los últimos años, hay una palabra que me envuelve esté donde esté, investigando (como científica social) o enseñando… Y es la idea de sanar. Sanar el planeta. Sanarnos los seres humanos. Me llama mucho la atención que tanto en el ámbito académico como social estemos hablando mucha gente diferente de la misma meta. Porque vivimos en sociedades en las que reproducimos y sufrimos guiones que discriminan y oprimen, sobre todo unos cuerpos más que otros. Y poco cambio social podemos hacer de verdad si no sanamos las heridas emocionales que llevamos. Porque como mi colega Alejandro Alder y yo decimos en Sanarta, quien sufre maltrato, si no sana, puede maltratar(se). Y una herramienta clave en este proceso de sanación emocional es el desarrollo de nuestras habilidades de comunicación. Es fascinante ver cómo tantas cosas están interconectadas.  

«Comunicar … nos facilita sanar el daño vivido, evita la violencia, nos permite crecer como seres humanos. » 

¿Y qué tiene que ver el comunicar de manera más eficaz con sanar emocionalmente?  Mucho. En primer lugar, es importante escuchar y escucharnos, observar y observarnos activamente. Y reflexionar. Por otro lado, una parte del proceso de sanación implica marcar límites con aquellas situaciones que nos hacen daño. O soltar aquellas relaciones o prácticas que nos impiden crecer. Y uno de los vértigos que sentimos, a veces, es no saber cómo expresarnos con asertividad. Agobiarnos con la idea de hablar y defender una idea, nuestro espacio o identidad. Cuando lo que queremos es dejar claro lo que necesitamos sin tener que atacar a la otra persona.

Comunicar con más eficacia nos aporta cosas básicas y necesarias. Nos facilita sanar el daño vivido, evita la violencia, nos permite crecer como seres humanos. Por supuesto, nos ayuda profesionalmente también. Pero, sobre todo, nos ayuda a relacionarnos con otras personas, expresarnos, ser más felices. Sin duda, vale la pena alegría trabajar nuestras habilidades de comunicación.  

 Fuente imagen 

Carmen G. Hernández