El mensaje es simple: si eres docente, es normal que sientas confusión y temor ante el panorama que estamos viviendo en 2020. Por muchísimos motivos. Pero permíteme centrarme hoy en la cuestión tecnológica.
En la primavera de 2020, la pandemia de COVID19 azotó nuestras vidas. Fueron unos meses difíciles, porque tuvimos que lidiar con muchísimas limitaciones en lo personal y profesional. Entre otros factores, las circunstancias nos obligaron a muchos docentes a cambiar nuestra enseñanza presencial a remota de manera abrupta. Sin recursos, sin tiempo y, en muchos casos, sin la preparación adecuada.
Enseñar online y enseñar de modo presencial son dos experiencias completamente diferentes. Es como comparar unas sandalias de verano con unas botas de invierno. Los dos son zapatos, pero no se pueden usar indistintamente. Cada contexto precisa unos zapatos distintos. Y, en la enseñanza, cada contexto requiere una estrategia pedagógica distinta. Ese fue el primer gran error que nos vimos abocadas a vivir por parte de quienes dan órdenes pero tienen muy poca preparación pedagógica: enseñar online no es simplemente pasar el contenido de clase a una plataforma de enseñanza como Blackboard, Moodle o Canvas. Es mucho más complejo. De ahí la insistencia en distinguir la enseñanza online de enseñanza remota de urgencia, que es lo que nos tocó a muchos docentes vivir.
La enseñanza online, bien hecha, requiere de mucho tiempo de preparación, adaptación y formación del profesorado que la imparte. Amén de contar con un servicio permanente de apoyo tecnológico (tanto para el alumnado como para el profesorado) y un abanico de programas especializados que nos ayuden a fomentar el diálogo y la participación online. De no ser así, no le llamemos enseñanza online. Porque esa enseñanza remota de urgencia puede menoscabar la imagen de la enseñanza online y generar mucha frustración entre docentes y alumnado.
Lo suyo es que, tras la experiencia de la primavera, el profesorado hubiera recibido formación en enseñanza digital durante el verano de cara a un incierto otoño de pandemia. En algunos casos ha sido así y en otros, no. O no suficientemente. Y en un escenario variopinto, que entremezcla clases presenciales, con modelos híbridos o sólo online, la cuestión es si el profesorado cuenta con el apoyo pedagógico que realmente necesita para hacer frente a escenarios cambiantes e imprevisibles.
Si no es así, mi recomendación es que no vivas este caos por tu cuenta. Particularmente, si navegar en el mundo digital te cuesta. Hay docentes que están a punto de tirar la toalla, que no saben cómo gestionar un modelo de enseñanza, digital, para la que no han tenido suficiente formación. Si es tu caso, busca apoyo. De las unidades de apoyo tecnológico de tu centro educativo (si cuentan con ello), de amigos. O de consultores como yo en ConsulKat. Pero no tires la toalla. De esta debemos salir juntos/as/es. Y podemos hacerlo.
Carmen G. Hernández